Tim
El pequeño Tim no podía volar. Los médicos lo sometieron a toda clase de pruebas, llegando siempre a la misma conclusión. Tal fenómeno era inaudito desde los tiempos del descubrimiento del gen de los poderes especiales. Los desolados padres asimilaron la noticia con resignación y elegancia, pero en el fondo de sus corazones no podían dejar de preguntarse qué habían hecho mal.
Pasaron los años y el pequeño Tim fue creciendo, pero los poderes no llegaron. Sin fuerza sobrehumana ni piel de acero, la educación del muchacho se convirtió en una tarea delicada y costosa. Los demás niños, crueles, eran aficionados a gastar bromas pesadas y peligrosas. Por pura suerte, Tim alcanzó la edad adulta.
Encontrar un trabajo no fue fácil. El joven y falto de poderes Tim logró un puesto poco más que simbólico de limpiador en una pequeña sucursal bancaria. El salario no daba para vivir con muchas alegrías, pero era mejor que nada. Los dueños de la sucursal, viejos amigos de los padres de Tim, se portaban bien con él.
La suerte de Tim cambió una mañana de otoño cuando entró un robot teledirigido en la sucursal exigiendo el dinero de la caja fuerte. Justo cuando los trabajadores y los clientes, divertidos por la novedad, se disponían a detener la amenaza con un vistoso despliegue de poder, el robot desplegó varios paneles repletos de altavoces y lámparas, emitiendo señales luminosas y acústicas diseñadas para anular las habilidades especiales de los desafortunados que se hallaban cerca: la luz amarilla debilitaba a los superfuertes, el do sostenido hacía tropezar a los velocistas, la luz rosa parpadeante impedía el vuelo… ¡Todas las debilidades de las personas con poderes especiales estaban incluidas en aquel ingenio mecánico! Ante tal situación de repentina vulnerabilidad, las víctimas del atraco se vieron obligadas a colaborar sin ofrecer resistencia. En ese momento, sin pararse a reflexionar, Tim se levantó, tan débil como siempre, se acercó al robot y accionó el interruptor de desconexión. Todos los presentes notaron la trascendencia de lo que había sucedido ante ellos: ese joven raro que no podía volar, que no podía levantar un edificio y cuyos ojos no emitían rayos de calor se había convertido en un héroe.
Las siguientes semanas fueron frenéticas. Los de la prensa se morían por entrevisar al nuevo héroe, ese «Hombre Invulnerable» carente de los puntos débiles de los demás hombres. Más adelante, llegó algo de calma, pero Tim tuvo el acierto de contratar a un agente con capacidad sobrehumana de relaciones públicas, lo que le permitió preservar un nivel apropiado de celebridad. Ahora lleva una vida cómoda y feliz, pasando el tiempo entre fiestas en su isla privada, rodeado de supermodelos y realizando actos benéficos de vez en cuando. Tiene tres hijos; todos vuelan.