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El agujero analógico

2016-01-18

Son numerosísimas las obras literarias y audiovisuales que se distribuyen de forma digital. Los sistemas digitales posibilitan, en principio, la copia fidedigna, la distribución y la reproducción de las obras con un coste minúsculo. Para mantener un control estricto sobre la copia y la reproducción de las obras en formato digital, muchas empresas plantean sistemas que restringen lo que pueden hacer los consumidores. En el momento que un aparato reproductor de obras digitales implementa estos sistemas digitales de restricciones, este aparato deja de servir a su dueño (o quizá lo que sucede es que este dueño no es quien compró el aparato, sino la empresa que está detrás de él): podemos decir que es defectuoso por diseño. Ahora bien, a día de hoy y mientras no se descargue el contenido directamente en la mente del consumidor, la reproducción de obras en formato digital siempre tiene un lado analógico: la información tiene que manifestarse físicamente de manera que sea perceptible por los sentidos de la persona que va a disfrutar de ella. Incluso si toda la cadena de transmisión de una obra digital desde su origen hasta el aparato reproductor está bajo el control férreo de la empresa que pone las restricciones, el eslabón final, analógico, es un agujero difícil de tapar: por una parte, muchos aparatos reproductores aceptan una señal analógica modulada para su reproducción inmediata; por otra parte, si un ser humano puede percibir la obra con sus sentidos, entonces un aparato de grabación puede registrar la información física perceptible y copiarla. Esto es lo que se conoce como agujero analógico (término usado desde al menos la década pasada). Habitualmente, el concepto de agujero analógico suele referirse a las salidas analógicas que van a televisores y altavoces, pero también se usa (aunque con menos frecuencia) para lo que puede considerarse como el agujero analógico definitivo: las señales acústicas y luminosas que interpretan los sentidos humanos.

El agujero analógico es amplio y difícil de tapar, pero no imposible de tapar: por una parte, los nuevos aparatos reproductores tienen a menudo menos salidas analógicas que antes; por otra parte, no es inconcebible que en un futuro todos los medios de grabación y reproducción acaben bajo el control de unas pocas empresas que implementen sistemáticamente mecanismos automatizados que permitan bien impedir la grabación (mediante la emisión de una señal de control que bloquee los aparatos de grabación, por ejemplo), bien impedir la reproducción (mediante sistemas automatizados de identificación de contenidos, por ejemplo). A lo largo de la última década, han sido varios los intentos por parte de grupos de presión para forzar la introducción de leyes que hicieran obligatorias algunas medidas para tapar el agujero analógico, así que el asunto no es para tomárselo a broma.


Categorías: Miscelánea

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