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Al final voy a hablar de los titiriteros

2016-02-17

Pongámonos en contexto. Con la excusa de un conflicto territorial en el norte peninsular que está ahí nos guste o no (y estemos de acuerdo con quien estemos de acuerdo, si es que tenemos una opinión polarizada sobre ello), un grupo se dedicó durante décadas a extorsionar y asesinar gente, que es de lo peorcito que puede hacer un ser humano. Las instituciones españolas respondieron a este problema de forma ejemplar a veces y de forma abominable en otras ocasiones, pero el problema que nos ocupa no es el de la historia de hasta hace unos pocos años. Lo que hay que tener en cuenta es que el grupo que se dedicaba a la extorsión y el asesinato cae en la categoría de «grupo terrorista» y el enaltecimiento de sus símbolos está recogido como un delito de apología del terrorismo según el Código Penal español actual debido a que entraña descrédito, menosprecio o humillación de las víctimas de los delitos terroristas o de sus familiares. No es bonito humillar a las víctimas.

Hace unos días, se representaba en Madrid una obra de títeres con contenido de naturaleza libertaria en la que se representaba un montaje policial. En este montaje policial, un miembro de las fuerzas de seguridad dejaba inconsciente a la protagonista y le colocaba al lado un cartel que decía GORA ALKA-ETA (una mezcla de gora ETA y Al Qaeda) con el fin de fingir que estaba haciendo apología del terrorismo y poder acusarla de un delito que no había cometido. Hay que entender que gora ETA es una expresión utilizada por los defensores de los extorsionadores y asesinos mencionados en el primer párrafo. Pues bien, los titiriteros acabaron detenidos y acusados de enaltecimiento del terrorismo. Como hemos visto, no hubo tal enaltecimiento del terrosismo en la misma medida que hablar de la ley de Goldwin no es hacer apología nazi. Hay una ironía inexacta en todo este asunto: igual que la protagonista de la representación era acusada de un delito no cometido, así sucede con los propios titiriteros.

Como consecuencia de los hechos de los titiriteros, han sido varias las muestras de apoyo con carteles que muestran textos similares al de la representación de títeres: perversiones satíricas del ofensivo gora ETA. Estos casos provocan actuaciones policiales en su contra. Se habla mucho de la sátira, de que no hubo apología del terrorismo real porque se trataba de una obra satírica. Pues no, no hubo sátira de la apología del terrorismo: hubo una representación de una acusación falsa de apología del terrorismo. La sátira no entra en juego como atenuante porque no hay nada que atenuar en primera instancia. Insistir en la sátira, por lo tanto, es erróneo y quizá da excusas a quienes insisten en un supuesto acto que nunca ocurrió.

La insistencia en un supuesto acto de enaltecimiento del terrorismo irreconciliable con los hechos ocurridos tiene un fin político que es al menos doble y resulta difícil de obviar. Por una parte, se trata de una cuestión de luchas entre partidos; las cosas habrían evolucionado de forma similar con otras sopas de letras en juego. Por otra parte, está la preocupantísima campaña que hay contra todo lo que huele a anarquista en España. Como siempre, estemos de acuerdo o no con las ideas libertarias, basta con que seamos mínimamente demócratas para darnos cuenta de que hay ciertas acciones que están muy feas. No hace falta irse al Caso Scala (recordemos: un confidente policial organizó un atentado con cuatro víctimas mortales en el que se inculpó a la CNT y a la FAI); en los últimos tiempos, tuvimos el lamentable Caso 4F (con cuatro inocentes en prisión —una condenada acabó suicidándose— acusados de hechos físicamente imposibles) o ahora tenemos el ejemplo de la Operación Pandora contra un «terrorismo» que no hace nada y una constante circulación de detenidos a los que hay que soltar porque no hay nada de lo que acusarlos.


Categorías: Actualidad, Derechos

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