…esto no es un subtítulo…
2017-09-30
La deuda pública es una fuente de polémica. Proporciona la liquidez inmediata necesaria para acometer muchos proyectos, pero penaliza la liquidez futura. A menudo, el endeudamiento es el medio menos doloroso para cubrir una necesidad, pero también suele ser una fuente de problemas, por lo que hay que utilizarlo con sabiduría.
En estos tiempos de recortes, algunas administraciones han aumentado su deuda y otras la han reducido. En concreto, hay algún ayuntamiento «anti austeridad» que reduce su deuda a gran velocidad y cuyo caso inspira artículos de opinión que ensalzan su trabajo y ningunean el de la administración de la comunidad autónoma y la administración central, con endeudamientos crecientes. Quienes mandan en estas administraciones llevan una política de recortes, pero no parecen tener un gran éxito (por decirlo suavemente), al menos a primera vista. Esto inspira artículos que caen en explicaciones fáciles, pero inadecuadas: achacan la diferencia en los resultados a la corrupción e incompetencia de los «austerófilos» y a la incorruptibilidad y el buen hacer de los «austerófobos». Tal explicación es inadecuada debido a que compara administraciones de tamaños diferentes, con competencias diferentes y estructuras de costes e ingresos diferentes. Dentro de ciertos límites, puede ser legítimo comparar el trabajo del equipo de gobierno entrante con el del saliente en una determinada administración (digamos que en un ayuntamiento), pero no lo que hace un ayuntamiento con lo que hace una comunidad autónoma. Siempre existe la terrorífica posibilidad de que los gobernantes inútiles de una cierta administración desastrosa sean los menos inútiles de entre todos los posibles.
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