…esto no es un subtítulo…
2018-04-26
A menudo, cuando se discute sobre la enésima reforma de la
legislación en materia de derechos de autor, siempre más
proteccionista que la anterior, aparecen los comentarios sobre cómo
los legisladores no tienen ni idea de lo que hacen, cómo desconocen
por completo como funciona el actual mercado global de la cultura en
el que las ideas se transmiten sin fricciones y el consumidor pasa a
ser creador. Quizá hay algo de verdad en esto y quizá no lo
hay. Internet es diferente
. Lo que sí sucede es que quien
redacta las leyes no lo hace sin pensar, sino que sí piensa mucho,
pero tiene unas prioridades diferentes a las de los críticos. El
legislador considera que algunos modelos de negocio relacionados con
el comercio de ideas son poco viables (o, a veces, no son tan
obscenamente rentables como a algunos les gustaría) en un mercado
libre, pero pueden funcionar como se espera si hay una adecuada
distorsión del mercado, como puede ser el establecimiento de medidas
contra la competencia que incluyen barreras artificiales de entrada o
incluso directamente de monopolios forzados como los que implican los
derechos de autor. El legislador considera que estos modelos de
negocio son de gran importancia y han de prevalecer frente a otros que
se sacrifican al establecer las medidas contra la competencia. Es una
cuestión, por lo tanto, no de ignorancia, sino de tener diferentes
prioridades. El proteccionismo de los derechos de autor no es muy
diferente filosóficamente al establecimiento de subvenciones,
aranceles y otras medidas distorsionadoras que el Estado puede tomar
para fomentar algún sector económico. Como con otras cuestiones
políticas, podemos estar o no de acuerdo con la importancia dada de
los negocios favorecidos por las distorsiones frente a la que se
concede a los perjudicados por ellas.
Categorías: Derechos