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…esto no es un subtítulo…

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Un Dragón en la Bebida

2009-09-27

Aquí tenéis una historia cortita para leer una mañana de domingo.

Un Dragón en la Bebida

El dragón visitó por primera vez al señor Harris una mañana de domingo. Surgió de la taza de café como el diminuto monstruo de un lago liliputiense. Saludó con unas llamitas de su aliento de fuego y Harris se frotó los ojos tres veces antes de devolver el saludo.

—Hola —dijo casi sin voz.

Después de esto, el dragón se despidió. Pasaron los minutos. El señor Harris se decidió a levantarse y vertió el contenido de la taza de café por el desagüe. Se deshizo del resto del tarro de café que le quedaba y tomó dos decisiones: olvidar todo el asunto y cambiar de marca. Lo último fue fácil; lo primero, no tanto.

El domingo siguiente, con el fin de demostrarse que el incidente del dragón había sido más que el simple resultado de una leve intoxicación con un café en mal estado, sacó su tacita preferida y la llenó con el oscuro líquido de la cafetera.  Sin que le diera tiempo a dar un sorbo, se levantó de un salto, espantado. Allí, nadando en el café humeante, se encontraba el pequeño dragón, saludando con alegres llamitas. El señor Harris devolvió el saludo con una mano temblorosa y el dragoncito se despidió y se desvaneció.

La semana siguiente, tras haber pasado siete largas noches sin poder pegar ojo, el señor Harris probó suerte con un poco de té en una taza nueva. El dragón volvió a hacer acto de presencia y no se marchó hasta que el señor Harris devolvió el saludo al cortés dragoncito que siempre se presenaba con un soplidito de fuego.

Pasaron las semanas y el señor Harris probó con toda clase de bebidas, desde el zumo de naranja hasta el vodka. También intentó no responder al dragón, pero éste se quedaba nadando en la bebida hasta que Harris perdía la batalla contra sus nervios y devolvía el saludo.

Este problema del dragón acabó erosionando la ya delicada salud del señor Harris. Se lo encontraron sus hijos un día, delirando y evidentemente desnutrido y con la casa hecha una pocilga y la mesa llena de vasos de leche agria. No tardaron en ingresar a su padre en un asilo.

El señor Harris entró en la residencia para ancianos con necesidades especiales pla tarde de un domingo. Para el viernes por la noche, la medicación y los cuidados habían obrado un gran cambio para mejor. El señor Harris volvía a sonreír y ya no temblaba ante la presencia de un vaso de agua. El sábado incluso pudo jugar al bingo con los demás internos y comer en el comedor principal. Esa noche durmió profundamente y descansó; casi había olvidado lo quera eso tras estos últimos meses de suplicio. Entonces, el domingo por la mañana, entró un enfermero en el cuarto del señor Harris con las pastillas de la medicación y un vasito de agua. De pronto, con una mirada de asombro fija en el vaso de agua, el enfermero preguntó:

—¿Qué es esa cosa?


Categorías: Relatos

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