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Setenta y cinco aniversario del desastre del Hindenburg

2012-05-06

Tal día como hoy, el 6 de mayo de 1937, ocurrió uno de los accidentes más trágicamente famosos de la historia de la aeronáutica: el desastre del Hindenburg.

El LZ 129 Hindenburg era, aparentemente, una joya de la ingeniería. Con sus 245 m de longitud y la capacidad de transportar 72 pasajeros y 62 tripulantes en una lujosa cabina a un máximo de unos 38 m ⁄ s (esto es ciento treinta y cinco kilómetros por hora) y con un crucero de unos 35 m ⁄ s (esto es ciento veinticinco kilómetros por hora) entre Europa y América a través del Atlántico, este enorme dirigible era una fuente de gran orgullo para la Alemania nazi. Voló durante los años 1936 y 1937 y no tuvo parangón más allá del LZ 130 Graf Zeppelin II, el segundo dirigible de la clase Hindenburg, completado más adelante y que no llegó a realizar operaciones comerciales de transporte de pasajeros.

El 6 de mayo de 1937, el imponente LZ 129 Hinenburg se preparaba para amarrarse en tierra estadounidense en la Estación Aeronaval de Lakehurst (Manchester, Nueva Jersey), pero la maniobra se vio tristemente interrumpida por un fuego que se extendió rápidamente a lo largo del dirigible. En esos momentos, había sesenta y un tripulantes y treinta y seis pasajeros. El accidente acabó con la vida de veintidós tripulantes y trece pasajeros. Estos lamentables hechos fueron cubiertos por los medios de comunicación y la noticia del desastre dio la vuelta al mundo.

La causa del accidente que acabó con el Hindenburg es objeto de cierta controversia. He aquí una explicación muy popular: el revestimiento, realizado con materiales dieléctricos y altamente inflamables, se incendió como consecuencia de una chispa provocada por la carga que naturalmente acumulaba. Fuera cual fuera el mecanismo de la ignición, se entiende que el fuego se extendió rápidamente por el revestimiento y que el fluido sustentador, hidrógeno, ardió fácilmente al entrar en contacto con el oxígeno atmosférico y las llamas del revestimiento.

En buena medida, el desastre del Hindenburg es la marca psicológica del final de la era de los dirigibles como medio de transporte de pasajeros. A la imagen de inseguridad hay que añadir la competencia del avión, quizá menos cómodo pero mucho más rápido.


Categorías: Aeroespacio, Historia

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