…esto no es un subtítulo…
2022-05-15
La reciente propuesta de la Comisión Europea para combatir y prevenir los abusos sexuales a menores parece algo digno de aplauso a simple vista. ¿Quién sino un monstruo estaría en contra de proteger a los niños de los depredadores sexuales? Ahora bien, hay organizaciones que indican que el reglamento propuesto puede tener fines ocultos algo desagradables.
Los servicios de comunicaciones interpersonales como el correo electrónico y los chats son una tecnología neutra que puede servir para el bien, pero también para el mal: las alimañas pueden usarlos y los usan para manipular a los niños con fines siniestros o para distribuir pornografía infantil. Ante una situación tan escandalosa, el reglamento propuesto establece ciertas responsabilidades y obligaciones para los proveedores de servicios de comunicaciones interpersonales, que han de poder detectar, en determinadas circunstancias, signos de abuso sexual a menores. Los mecanismos de detección son a libre elección de los proveedores y han de limitarse a detectar el mal que el reglamento busca evitar sin invadir la privacidad de las personas implicadas en las comunicaciones. Esto parece un brindis al sol: a simple vista, para detectar comunicaciones malignas, hay que espiar el contenido de las comunicaciones.
Aunque en el articulado no se habla de ella, el preámbulo sí menciona que la criptografía de extremo a extremo ha de preservarse. Pero si las comunicaciones están cifradas de extremo a extremo de forma eficaz, los proveedores de servicios de comunicaciones no pueden acceder a su contenido. Entra aquí la solución evidente: hacer la detección precisamente en los extremos, en los propios clientes, que informarán automáticamente si encuentran material sospechoso. Esto, por supuesto, hace que la privacidad de un canal cifrado de extremo a extremo se desmorone: es inutilizar el cifrado de extremo a extremo pasando en cierta medida el contenido de las comunicaciones a un tercero. Y esto es algo extremadamente desagradable si nos paramos a pensar en ello. La detección va a fallar y dar falsos positivos a raudales, pero incluso en un mundo de ciencia ficción en el que no fallara, esto sería un primer paso para acabar con el cifrado de extremo a extremo: primero lo inutilizamos para proteger a los niños (¿y quién no quiere proteger a los niños?), pero luego a lo mejor lo inutilizaremos para prevenir el terrorismo, el extremismo político, la disidencia política, la actividad sindical, las conversaciones que ponen en descrédito al amado líder del partido único. ¡Que no hace tanto tiempo de la última vez!
¡Hay más! Parece que tras las buenas palabras de proteger a los niños podría haber intereses económicos de empresas vendedoras de programas de detección disfrazadas de organizaciones caritativas que llevan un tiempo presionando a los comisarios europeos y haciendo una brillante labor de presentación de sus productos.
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