…esto no es un subtítulo…
2022-08-29
Dicen que hoy, con todas las maravillas a nuestra disposición, basta con poder permitirse unos pocos lujos para ser más rico que el más rico de todos los reyes de la antigüedad. Tenemos acceso rápido a una abrumadora variedad de música, películas, libros… El mercado está repleto de aparatos de todo tipo cuyas prestaciones habrían sido impensables hace décadas. A pesar de que es de esperar que cualquier producto tenga más o menos defectos, es difícil encontrar un producto sin redención.
El optimismo anterior contrasta con lo que podemos encontrar cuando vamos a hacer una compra y tratamos de informarnos antes por medio de reseñas y críticas: según el experto de Internet que nos informa, el producto que nos interesa es una desgracia y el mero hecho de haber pensado en desperdiciar nuestro dinero en él es un signo de que tenemos graves deficiencias cognitivas.
Está Internet lleno de vídeos de tipos que nos cuentan, con
sonrisas fanfarronas, que esa cámara fotográfica que hace unos meses
era la mejor del mercado es ahora un pisapapeles obsoleto. Si hace
décadas teníamos unas pocas páginas críticas cinematográficas en
revistas para aprender nuevas formas de decir insulso
, hoy se
ha democratizado la cosa tanto que incluso las series de dibujos
animados son motivo de inspiración para párrafos de sesudas y airadas
denuncias de obras que desperdician nuestro valioso tiempo.
¿De dónde puede salir tanta negatividad malintencionada? Quizá tiene que ver con el mismo impulso que busca crear crispación con las noticias políticas: en la economía de la atención, la crispación y el escándalo atraen visitas que, a su vez, generan satisfacción para los autores de las reseñas e ingresos por publicidad y comercio con datos personales para las empresas.
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